Todos sabemos lo que son las fake news. Esta particular plaga de posverdad parece haber encontrado en nuestra actual sociedad líquida su nicho ecológico ideal. Ya sea para apoyar con tácticas dudosas la candidatura de cierto multimillonario bronceado o para esparcir el miedo ante el diferente, estos peligrosos proyectiles informativos están por todas partes y, nos guste o no, es nuestra responsabilidad colectiva reconocerlos y neutralizarlos.
El concepto de «noticia falsa» no es nuevo, pero se han convertido en un tema candente en los últimos años. Tradicionalmente hemos recibido nuestra información de fuentes fiables, periodistas y medios de comunicación que (se supone) deben seguir estrictos códigos de buenas prácticas. Sin embargo, Internet, y las redes sociales en particular, han abierto la veda a una nueva forma de publicar, compartir y consumir datos con muy poca regulación. A menudo puede ser difícil discernir si las historias son creíbles o no. La sobrecarga de información y la falta general de comprensión sobre cómo funciona Internet también ha contribuido al auge de estas fake news.
Internet y las redes sociales han hecho que sea muy fácil para cualquier persona publicar contenido en un sitio web, blog o perfil de redes sociales y potencialmente llegar a grandes audiencias. Muchos creadores/editores de contenido han utilizado esto en su ventaja. Las noticias falsas pueden ser un negocio rentable, generando grandes sumas de ingresos publicitarios para los editores que crean y publican historias que se vuelven virales y conducen a sus «víctimas» al portal de origen de la información. Cuantos más clics obtiene una historia, más dinero ganan los editores en la sombra.
Los medios ya no se consumen de manera pasiva: cientos de millones de personas crean, comparten, dan like, comentan, atacan y defienden ideas de diferentes maneras. Y los algoritmos utilizados por las compañías tecnológicas más poderosas, en particular Google y Facebook (que engloba a Instagram), están diseñados de manera brillante para personalizar y adaptar estos servicios al perfil de cada usuario. Cuando nos conectamos en línea o iniciamos sesión en una red social, generalmente se nos presentan noticias, artículos y contenido basados en nuestras propias búsquedas. Este tipo de contenido tiende a reflejar nuestros puntos de vista y creencias y, por lo tanto, nos aísla de los puntos de vista y opiniones discrepantes. Esto a menudo se conoce como una «burbuja de filtro».
Google y Facebook han anunciado nuevas medidas para hacer frente a las noticias falsas con la introducción de herramientas de informes y señalización. Organizaciones como la BBC y Channel 4 también han establecido sitios de fact-checking. Si bien estas acciones son bienvenidas, la alfabetización en medios digitales y el desarrollo de habilidades para evaluar críticamente la información han de ser competencias esenciales para cualquiera que navegue por Internet. Especialmente para los jóvenes. La clave está en desarrollar el pensamiento crítico.
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