Apenas cuarenta-ocho horas después de su retorno de los Cayos Cochinos, la colaboradora televisiva se sentó en el prime time de ¡De viernes! dispuesta a poner nombre y apellidos a las tensiones que han resonado en España mientras ella intentaba sobrevivir a la intemperie hondureña. Consciente de que cada paso suyo es examen público, Terelu eligió la franja de máxima audiencia para aclarar rumores, matizar críticas y reconocer errores propios.
El primer asunto sobre la mesa fue el supuesto idilio con Álvaro Muñoz Escassi. Sin rodeos, explicó que se comprometió con el jinete a ofrecer su versión “cuando él termine el concurso y podamos contrastar los dos relatos”. Defendió que lo considera un ejercicio de justicia: ni desmentidos apresurados ni confirmaciones a medias. Hasta entonces, silencio prudente y un guiño al morbo que inevitablemente alimenta la expectación.
Más espinoso resultó abordar los audios filtrados de su hija, Alejandra Rubio, cuestionando la entrevista que Carmen Borrego —hermana de Terelu— concedió desde la casa familiar de Málaga. La presentadora subrayó que habló con ambas mujeres antes de volar a Supervivientes y que las dos le pidieron calma. Pese a ello, admitió haberse sentido molesta: “Había alguien en TardeAR que podía haberme llamado, sobre todo sabiendo que me marchaba”. Aun así, restó dramatismo a la palabra malsonante que se escucha en la grabación: según insistió, Alejandra la ha pronunciado en público otras veces.
La crítica de que su hija marcaría los tiempos y decisiones del resto del clan fue desmontada con determinación: “Escucho y respeto sus opiniones, pero mi vida la gestiono yo”, sentenció. Un mensaje dirigido tanto a los tertulianos que apuntan a una jerarquía invisible como a quienes interpretan cada movimiento familiar como una maniobra orquestada en un despacho de productores.
El plato fuerte de la noche llegó con la revisión del enfrentamiento con Belén Rodríguez. La periodista recordaba un “acoso” recibido durante la etapa de Sálvame, y Terelu no se escondió: reconoció que aquella situación la incomoda y que no se siente orgullosa. “Estaba al servicio de un programa en directo —explicó— y me pidieron arrancar por ese tema. No siempre haces lo que deseas en televisión”. Reveló, además, que no buscó posteriormente a Rodríguez porque ella “se cerró a todo el mundo”.
Esa reflexión derivó en un análisis crítico sobre los límites del entretenimiento. Admitió que esa fue la tarea que menos le gustó en toda su trayectoria y que, de repetirse, tal vez habría actuado diferente. Sin embargo, defendió la exigencia del directo y la dinámica de formatos donde la escaleta cambia minuto a minuto: “La audiencia manda y el margen para la pausa es mínimo”.
Por último, zanjó la polémica comida que enfrentó a Belén con María Teresa Campos y en la que estuvo presente Kiko Hernández. A su juicio, si su madre hubiera gozado de plena lucidez “no habría permitido entrar a quien nos atacaba en los platós”. Con esa frase cerró un círculo que combina dolor íntimo y exposición pública, y dejó claro que, pese a la tormenta mediática, volverá a sentarse donde sea necesario “cuando la verdad lo merezca”.