El WiZink Center rugía este jueves al ritmo de Justin Timberlake cuando, minutos antes de que se apagaran las luces, las cámaras localizaron a Leire Martínez entre el público. La vocalista de La Oreja de Van Gogh asistía al concierto como una fan más, pero terminó convertida en improvisada portavoz de la empatía. Al ser preguntada por la reciente vorágine que rodea a Melody tras su paso por Eurovisión, la donostiarra no dudó: “No me gustaría estar en su lugar ahora mismo; la responsabilidad es gigantesca y el ruido, desproporcionado”.
Las declaraciones llegan en un momento delicado para la representante española, que hace apenas dos semanas regresó de Malmö con una posición alejada del codiciado ‘top 10’. Desde entonces, su nombre ha abierto tertulias y titulares: primero por el resultado, luego por la rueda de prensa que ofreció el lunes en Torrespaña para responder a críticas sobre su puesta en escena, el vestuario y hasta el uso de efectos de sonido. Aquella comparecencia, transmitida en directo por TVE, no apagó el fuego; al contrario, alimentó un debate sobre la conveniencia de las coreografías recargadas y la supuesta desconexión entre la artista y la delegación.
En ese contexto, la voz de Martínez actúa como salvavidas: “El revuelo no es justo”, aseguró con gesto serio. A su juicio, el festival hace tiempo que dejó de ser exclusivamente una competición musical. “Intervienen muchas cosas, desde el espectáculo televisivo hasta la diplomacia cultural. El día que solo cuenten las canciones, quizá me anime, pero mientras tanto prefiero ver Eurovisión desde el sofá”, añadió. Su reflexión coincide con la de otros intérpretes reticentes a presentarse al certamen por temor a una exposición que trasciende lo artístico.
La cantante vasca no solo empatizó con la presión logística que supone representar a un país ante 200 millones de espectadores; también denunció la rapidez con la que se alzan y derriban ídolos en la era de las redes sociales. “Hemos normalizado convertir a un artista en trending topic para cuestionar cada gesto. Cuando llegas agotada de un viaje y te enfrentas a veinte preguntas incisivas, es fácil que unas declaraciones se saquen de contexto”, subrayó. En el caso de Melody, ese contexto incluye semanas de ensayos, jet lag y la decepción inevitable de no haber cumplido las expectativas de los pronósticos, que la situaban inicialmente en los puestos de honor.
Las palabras de Martínez resonaron precisamente porque provienen de alguien que, aunque no ha pisado el escenario eurovisivo, conoce la maquinaria televisiva desde dentro. Con La Oreja de Van Gogh acumula giras internacionales, números uno y galardones. “He vivido la presión de sacar disco y defenderlo en directo, pero Eurovisión es otra liga: te juzga un continente entero en tres minutos”, explicó. Por eso descarta, de momento, una candidatura propia: “Si no se garantiza un juicio ecuánime, prefiero no arriesgarme”.
Mientras la industria y los comentaristas continúan escrutando los fallos y aciertos de la delegación española, el apoyo de Martínez introduce una nota de compañerismo poco habitual en el enrarecido ecosistema eurovisivo. La artista concluyó su breve conversación con un mensaje dirigido a Melody: “La música que haces habla por ti. Lo demás, ruido pasajero”. Un capote sincero que, al menos por un instante, devolvió el foco al lugar donde muchos creen que siempre debió estar: la canción.