Catorce años después de su última cita con el público madrileño, Chayanne volvió a pisar un escenario en la capital y lo hizo por todo lo alto. El Movistar Arena una de las paradas clave de su gira Bailemos Otra Vez Tour. El reencuentro fue cálido, vibrante y generoso: un espectáculo de más de dos horas que alternó coreografías de alto voltaje con momentos íntimos de pura emoción colectiva.
Desde mucho antes de que se apagaran las luces, la emoción se palpaba en el ambiente. Miles de fans, muchos de ellos testigos de la carrera del cantante desde los noventa, se agolpaban en los accesos del recinto, preparados para una noche que prometía ser inolvidable. Y así fue. A las 21:00 en punto, tras una breve intro audiovisual, apareció Chayanne: traje oscuro, sonrisa intacta y el mismo carisma que ha sostenido su leyenda durante décadas.

El arranque fue fulminante. “Bailemos Otra Vez”, “Salomé” y “Boom Boom” marcaron el ritmo desde el principio. El artista no tardó en desplegar su impecable equipo de bailarines, luces milimétricas y pantallas que completaban un montaje tan potente como elegante. Pero más allá de la producción técnica, fue su presencia la que sostuvo el espectáculo: ágil, cercano, incansable. Pocos artistas pueden presumir de mantener ese nivel de energía sin perder una nota ni una sonrisa.
La velada avanzó al compás de un repertorio repleto de clásicos. “Y Tú Te Vas”, “Dejaría Todo” o “Un Siglo Sin Ti” arrancaron aplausos y lágrimas a partes iguales. El público, entregado, no dejó de corear cada verso, convertido en himno generacional. Tampoco faltó “Bailando Bachata”, su éxito más reciente, que desató una ola de euforia en el recinto.
Uno de los momentos más especiales de la noche llegó cuando Chayanne se dirigió al público con emoción contenida. “España siempre ha sido mi segunda casa. Gracias por esperarme, por no olvidarme”, dijo con la voz entrecortada. Y la ovación que recibió fue tan rotunda como merecida.

El clímax llegó con “Tiempo de Vals”, que convirtió el Movistar Arena en una gran pista de baile improvisada, y “Torero”, que cerró el show con una explosión de ritmo y euforia colectiva. Al despedirse, Chayanne prometió volver pronto. Ojalá cumpla su palabra.
Su regreso a Madrid no fue solo un ejercicio de nostalgia: fue la constatación de que su legado sigue vivo y su conexión con el público permanece intacta. Chayanne no ha vuelto; simplemente ha recordado que nunca se fue.