El sábado 10 de mayo, el Movistar Arena de Madrid acogió un concierto que quedará en la memoria de muchos. Con un lleno absoluto y un público expectante, Álvaro de Luna ofreció un show sólido, emocionante, lleno de momentos especiales, a la altura de los artistas consolidados. La noche arrancó con un gesto teatral: un gran telón rojo cubría el escenario, mientras las siluetas del artista y su banda se dibujaban al contraluz. Cuando cayó el telón y sonó Portarse Mal, el público estalló. Desde ahí, no hubo pausa.
Con Mi Lugar, el ritmo subió aún más, acompañado de llamaradas y un público completamente entregado. La producción visual -una gran pantalla circular, luces perfectamente sincronizadas y un sonido cuidado- ayudó a crear una experiencia envolvente sin robar protagonismo a lo esencial: las canciones. En Éramos Dos y Nos Quedará llegó la nostalgia, bien llevada y sin excesos. Luego vinieron Hoy Festejo y Tu Nombre, que devolvieron la energía al recinto, con luces cálidas y un público que no paró de bailar.

Uno de los momentos más celebrados fue Nuestra Canción, con la aparición de Leire Martínez. Su entrada fue recibida con una ovación, y juntos firmaron una versión emocionante y muy bien medida, sin artificios. Las colaboraciones no fueron relleno, sino parte del corazón del concierto. Paco Salazar se sumó en Duele, en una versión sobria e intensa. En Mis Ídolos, el tono cambió por completo: luz tenue, escenografía íntima, y un momento casi confesional que el público escuchó en silencio, con las luces de los móviles encendidas como único decorado.

El tramo final fue una celebración. A Ratitos y Levantaremos al Sol mantuvieron el pulso alto, y Olvidé Olvidarte, con Marlon, fue de los duetos más coreados. Marina Reche subió al escenario para La Jugada, y la química entre ambos dio uno de los momentos más potentes de la noche. El cierre fue por todo lo alto. Todo Contigo y una batucada que hizo vibrar el suelo marcaron el inicio del desenlace, seguido por Justicia, Toda la Noche, Rockstar (con Ultraligera) e Indios y Vaqueros. El broche final lo puso Juramento Eterno de Sal, cantado al unísono por todo el Arena. El artista, visiblemente emocionado, se despidió sabiendo que acababa de firmar la noche más importante de su carrera.