Adiós a La familia de la tele. El programa de TVE que llegó sin hacer demasiado ruido pero que supo ganarse un hueco en el corazón del público ha sido cancelado tras apenas dos temporadas. La noticia ha caído como un jarro de agua fría entre sus seguidores más fieles, pero también ha abierto un debate más amplio: ¿qué espacio queda en la televisión actual para los formatos blancos, nostálgicos y familiares?
Estrenado en 2023 como una apuesta por rescatar el archivo de RTVE y revisitar la historia de la televisión pública a través de un enfoque emocional, el programa combinaba fragmentos históricos con entrevistas a rostros conocidos —y otros no tanto— que formaron parte de esa memoria compartida. No era solo una sucesión de vídeos antiguos: era una carta de amor a la televisión de antes, a los programas que marcaron una época, y a quienes los hicieron posibles.
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Pero ni la nostalgia ni la buena factura técnica han podido evitar lo inevitable. Según ha confirmado la propia cadena, La familia de la tele no renovará por una tercera temporada. Las razones no se han detallado públicamente, pero todo apunta a los datos de audiencia como principal factor. En un ecosistema cada vez más fragmentado y dominado por el consumo bajo demanda, los programas que apelan a un público generalista lo tienen más difícil que nunca. Y si encima no generan conversación en redes, el margen de supervivencia se reduce aún más.
Lo paradójico es que La familia de la tele funcionaba precisamente por eso: por no intentar estar a la última. Su tono amable, su mirada sin cinismo, y su defensa de una televisión coral y humana eran casi una rareza en un medio que muchas veces prefiere la provocación o la urgencia. Tal vez por eso su despedida ha dolido más: porque representaba algo que ya no abunda.
En redes, varios de los colaboradores habituales —desde Carolina Iglesias hasta Paco Tomás, pasando por periodistas, humoristas y actores de distintas generaciones— han lamentado la decisión, reivindicando el valor de un formato que cuidaba el archivo, respetaba a sus protagonistas y ofrecía un contenido “limpio” sin perder profundidad. También los espectadores, a menudo ignorados en las decisiones de programación, han expresado su decepción con mensajes cargados de cariño.
No es la primera vez que se cancela un programa que parecía ir en contra de la corriente, ni será la última. Pero sí deja una sensación de vacío. Porque más allá de los datos o de las estrategias de audiencia, La familia de la tele ofrecía algo poco frecuente: un refugio. Y en estos tiempos, los refugios no deberían ser tan fáciles de cerrar.