Descubrimos la Feria de Sevilla desde dentro: caseta privada, hotel de lujo y exposiciones exclusivas

Viajar a Sevilla en primavera ya es, de por sí, una promesa de belleza, pero hacerlo en plena Feria de Sevilla y con la hospitalidad de Hesperia Sevilla es adentrarse en una experiencia difícil de olvidar. Invitados por la cadena hotelera, nos propusieron vivir la feria como nunca antes: desde dentro, con el corazón abierto y los sentidos listos para empaparse de todo lo que esta celebración tan nuestra ofrece. El hotel, ubicado en un enclave privilegiado de la ciudad, fue el punto de partida de una escapada única donde cada detalle estaba pensado para trasladarnos, sin filtros, al alma de la feria.

Nada más llegar, Sevilla nos dio la bienvenida con su perfume característico: un aroma a jazmín y azahar que flotaba en el aire como una caricia. En el hotel, esa experiencia olfativa continuaba. Una fragancia especialmente diseñada para envolvernos desde el primer paso por el vestíbulo nos recordaba que aquí nada era casual. Y mientras deshacíamos la maleta, en la terraza del Hesperia nos esperaba ya una auténtica caseta de feria, montada con mimo por el propio equipo del hotel. Farolillos de colores, música por sevillanas y una atmósfera festiva nos anticipaban lo que sería una estancia mágica.

Pero la inmersión no terminaba ahí. En una de las salas del hotel, la firma Silbilina Flamenca había instalado un showroom donde los huéspedes podían alquilar su vestido de flamenca. Porque para ir a la feria hay que hacerlo bien, con el traje adecuado, peineta, mantoncillo y todo el sabor del sur. Además, el hotel acogía una exposición inédita: una colección de vestidos firmados por Victorio y Lucchino, dos referentes indiscutibles de la moda española. Una joya cultural que convivía con otra no menos espectacular: diez maquetas de las portadas de la feria —sí, esa gran estructura que cada año cambia y que abre simbólicamente el recinto ferial— salían por primera vez del Ayuntamiento para ser expuestas en el Hesperia. Una oportunidad única de entender la evolución y la historia visual de esta celebración.

Para completar la experiencia, el hotel ofrecía a sus visitantes acceso exclusivo al gimnasio y spa Metropolitan, situado en los bajos del edificio. Un espacio moderno y tranquilo donde relajarse entre fiesta y fiesta, o simplemente para reconectar cuerpo y mente tras una jornada intensa entre lunares y volantes. Detalles como este demuestran que la propuesta de Hesperia no es solo turística, sino emocional, pensada para cuidar de cada momento.

Y si hablamos de momentos, el clímax llegaba al poner un pie en el Real de la Feria. Gracias al Hesperia, tuvimos acceso a una de las casetas más emblemáticas de la ciudad: la de la Hermandad del Rocío de la Macarena. Allí, entre palmas, guitarras y abrazos, el rebujito corría en jarras bien frías mientras se cortaba jamón ibérico al momento y el pescaito frito llenaba de sabor cada rincón. Para quienes no dominaban aún el arte de las sevillanas, el hotel había organizado clases previas —con un ambiente tan distendido como divertido— para que nadie se sintiera fuera de lugar al llegar a la pista de baile. Y así, entre pasos ensayados, sonrisas sinceras y vestidos que giraban con gracia, entendimos que no se trataba solo de ver la feria. Se trataba de vivirla.

Esta experiencia ha sido concebida para que el cliente de Hesperia no sea un mero espectador, sino parte activa de una tradición centenaria. Caballos, flamencas, lunares, farolillos… todo lo imprescindible para pasar una feria inolvidable estaba presente, pero con un añadido: el cuidado, la calidez y la atención al detalle de un equipo que sabe lo que hace y que lo hace con pasión. Porque este proyecto no solo recibe al visitante, también lo acoge, lo transforma, lo conecta con lo más profundo de la cultura andaluza.

Y cuando cae la noche y las luces del Real se encienden, uno entiende por qué la Feria de Sevilla es uno de los reclamos turísticos más importantes del país. No es solo por su colorido, por su música o por su gastronomía. Es porque, por unos días, todos somos bienvenidos a vivir una Sevilla que late al ritmo del compás flamenco, que se engalana como una novia y que, gracias a iniciativas como la de Hesperia, se muestra cercana, auténtica y deslumbrante.